Crónica de una pasión

Fátima Paschoal

Almudena

¿Crees que es posible echar de menos una ciudad? Y más: ¿crees que es posible tener añoranza de una ciudad que no es la que conocemos desde niños, la que conocemos de toda la vida? ¡Sí, es verdad!

Así que mi historia de vida está dividida en un antes y un después de Madrid.

He estado en Madrid tres veces en un año y medio, desde noviembre de 2009. A ti que me lees, ¿te parece mucho? ¿Sí? Estoy de acuerdo contigo, si tengo la oportunidad de viajar, hay muchos sitios interesantes para visitar. Pero hay razones que vienen del corazón: la primera de ellas es que mi hija, única, vive allí. Fue para estudiar. La otra razón es que he aprendido a mirar Madrid con ojos interesados, con ojos que desean saber lo que no es objetivo, directo, lo que no está escrito, lo que es necesario descubrir y descifrar.

La verdad es que en un primer momento, a mí no me gustó mucho Madrid. Había estado en París diez días antes y la comparación fue inevitable. Poco a poco, empecé a descubrir que la belleza de Madrid era totalmente diferente de la de otras ciudades que había visitado. Su encanto no estaba en la sofisticación de las tiendas y calles, en el estilo de vestirse de las mujeres y de los hombres, ni en el tamaño de la ciudad ni en la magnitud de los monumentos.

Metrópolis

La belleza de Madrid, que es preciosa, estaba y está en la poesía que vive en sus calles; en los edifícios imponentes y en los sencillos, todos muy bien mantenidos; en sus parques de árboles variados, un verde arrebatador y un cielo profundo, incluso cuando está cenizo. Está en la poesía del Mercado de San Miguel, acogedor e invitador. Está en la Cava Baja, en los azulejos y ladrillos de las fachadas de los restaurantes, bodegas y tabernas, en la cultura de los museos, en la Cibeles, en el Paseo del Prado, en el edifício Metropolis, en las estatuas vivas y en mucho más.

Sin embargo, más que en todo esto, la belleza de Madrid está en su gente. En su historia de alegrías, de dolor, de sufrimiento, de luchas, de vencedores y vencidos, en su cultura dibujada por tantos siglos, en la música, del flamenco de los teatros a Alejandro Sanz y Estopa. Está también en las historias contadas en películas sensibles y grandiosas por un Almodóvar creativo, crítico mordaz de la sociedad.

El Retiro

Además, suelo decir, – amante de lenguas que soy –, que la lengua es la síntesis de la identidad de un pueblo. Creo que es lo que ocurre con Madrid. La poesía de la que siempre hablo, al final, viene también de la sonoridad de la lengua de las calles, en las tiendas, en las escuelas, en los museos, en los parques, en los restaurantes... Está en la música que la gente canta cuando habla. No importa si el madrileño es de Cataluña, de Asturias, de Andalucía, de Francia o de Brasil, como yo. Lo más importante es mirar esta ciudad y sentir su belleza y compartirla con los que pueden entender tan sencillo sentimiento.

Madrid, como es una pasión, cuando la dejo, dejo un pedazo de mi corazón y planeo enseguida el momento de volver.



Y si quieres saber más sobre Madrid,  entra en este blog dedicado a la ciudad y su cultura. También en este documental turístico puedes obtener muchas informaciones.