martes, 15 de febrero de 2011

Filosofía insistente

Hace menos de un año empezamos la experiencia de Los Insistentes. En este periodo la idea fue creciendo poco a poco, contagiando a todos los que quieren que el español sea más que simplemente otra lengua extranjera en el currículo.

Los Insistentes crece y agrega nuevos insistentes

Vivir la cultura española y latinoamericana es el objetivo mayor de nuestro grupo que hoy ya congrega preciosas colaboraciones, e incluso otro equipo de redacción: un grupo de alumnos que no puede reunirse en el mismo horario que el grupo original, pero que participa con textos bellísimos e inspiradores. Otras personas están llegando, juntándose a Los Insistentes. ¡Y ojalá que vengan muchas otras!

El último día 11 de febrero organizamos nuestro primer encuentro oficial de Los Insistentes. Ha sido una celebración fenomenal, muy alegre y festiva, puesto que Los Insistentes se ha convertido en una filosofía de vida para nosotros.

Somos insistentes porque seguimos estudiando incluso después  de terminar el curso regular y los cursos de perfeccionamiento. Creemos que hay que insistir porque el aprendizaje es una práctica continua. Y, principalmente, insistir, para nosotros, significa no desistir nunca ante las dificultades y seguir siempre en pos de nuestros sueños.

Si eres alumno o ex-alumno de Instituto Cervantes de Río de Janeiro y te indetificas con ese modo insistente de ser, ¡únete a nosotros! Los Insistentes te esperan.

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martes, 1 de febrero de 2011

El español, un amor maduro

Bianca Stamato

Empecé a estudiar español a los treinta y pico. Mi generación no estudió español en la escuela, pues las lenguas importantes por aquí eran el francés y el inglés.

Mi primer contacto con el mundo hispano fue en 2005, cuando mi marido y yo fuimos a Buenos Aires y a Montevideo con un grupo de amigos. De los seis turistas brasileños solo una persona había estudiado español. Nosotros que no hablábamos español, pensábamos, equivocadamente, que nos defenderíamos muy bien en la lengua de los “hermanos”. Mentira podrida, como dice mi profesor Joan, nuestro “portunhol” nos resultó fatal: dijimos frases como “*¿es longe?” en vez de: “¿está lejos?; “*¿ajas que dá?”, en vez de: “¿crees que las valijas caben aquí?”; “*¡Scusa!”, en vez de “¡perdona!”.

Un año después, ya estaba enamorada del español, así que pasé mis vacaciones en Chile, en un lugar muy hermoso llamado Pucón. De nuevo, intenté sin éxito charlar en mi “portunhol”. Tengo varias anécdotas de viaje sobre mis desastrosos intentos de hablar español. La más graciosa y ridícula pasó cuando necesité comprar productos de higiene personal en la farmacia y ni siquiera sabía como decir palabras sencillas como peine y cepillo de dientes. Ni siquiera desconfiaba que “colírio” se llama colirio…por eso pasé más de media hora para hacerme entender. Todos se reían de mí, incluso mi marido.

Además del embarazo por no conseguir comunicarme a gusto en una lengua tan parecida al portugués, sentí una vergüenza profunda por estar tan alienada de la realidad del continente americano. A lo largo de mi vida hasta entonces había estudiado inglés, francés, italiano y, para colmo, alemán. Había visitado los Estados Unidos unas cinco o seis veces, pero nunca me había interesado por mis “vecinos”.

Tras la indignación por mi ignorancia supina decidí estudiar español a comienzos de 2007. Lo hice por amor a la lengua y a la cultura hispana. No lo hago por necesidad profesional o cosa semejante. Por tres años sigo insistiendo solo por estar enamorada de Pablo Neruda, Vargas Llosa, García Márquez, Isabel Allende, Laura Esquivel, Eduardo Galeano y tantos otros. No sé explicar por qué me gusta tanto estudiar español. Debe de ser un poco por la sangre argentina de mi bisabuela Rosa que corre por mis venas.

Hoy canto junto a Caetano “¡soy loca por ti, América!”.




El símbolo asterisco (*) antes de término o frase indica agramaticalidad.
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