miércoles, 24 de febrero de 2016

Lectura del libro "El tiempo entre costuras"

Por Andrezza Soares Ribeiro de Souza


En el exitoso libro El Tiempo Entre Costuras, la autora María Dueñas cuenta la historia de Sira Quiroga, una joven costurera madrileña que desiste de todos sus planes al apasionarse por un hombre que apenas conoce. La obra, publicada en 2009 por el editorial Temas de hoy, es como una autobiografía del personaje principal, que habla de su historia, su familia y amigos, sus decisiones y las consecuencias de sus acciones. Mezclando realidad y ficción, esta novela histórica se pasa principalmente entre las décadas de 1920 y 1940, en España, Marruecos y Portugal.
Las múltiples posibilidades que María Dueñas nos da para el destino de Sira y los demás personajes ficticios son maravillosas. Me parece que lo quiere decir al hacerlo es que no importa lo que les pasara en el futuro, pues ellos ya habían crecido como personas y volverían a enfrentar a los posibles problemas que surgieran basados en todo lo que habían aprendido. Lo que podíamos conocer de sus caracteres, historias y logros, ya habíamos hecho. Como se pasa en la vida real, nunca sabemos todo de las otras personas, solamente presenciamos parte de su existencia. En relación a los personajes históricos, la autora nos cuenta sus futuros de la misma manera que podemos hacer si buscamos sobre Rosalinda Fox, Juan Luis Beigbeder, Allan Hillgath o Serrano Súñer.


La historia de Sira es lo suficiente para enseñarnos que, aunque las circunstancias en las que vivimos influencian nuestras vidas, las decisiones que tomamos son capaces de desafiarlas y de darnos un nuevo rumbo completamente distinto de lo más probable. La autora la pone como dueña de su destino ya que son sus acciones que definen su vida. Por si eso no bastara, también conocemos a Rosalinda Fox, que fue una persona real y no solamente un personaje de Dueñas. Ella tenía una enfermedad, tuberculosis bovina, que la mantuvo meses atada a una cama. Ella podría haber morido o vivido una vida parcial en una cama, sin hacer nada. Sin embargo, ella prefirió vivir cada día como si fuera el último. Viajó por el mundo, vivió un romance con Juan Luis Beigbeder, creo a su hijo y ayudó su país en la Segunda Guerra Mundial. Así como Sira lo hizo en las últimas páginas del libro, Rosalinda decidió que elegiría su destino, que sería fuerte y feliz, que no dejaría su enfermedad alejarla del mundo. Quien no conocía su historia podría pensar que era tan radiante porque no tenía ningún problema, pero enferma y con un marido que la maltrataba, ella tenía tantos problemas como los demás. Lo que la distingue de los otros a su alrededor es el hecho de que quería vivir al extremo ya que no sabía cuándo morería. Sin embargo, muchos años se pasaron hasta que su último día llegó cuando tenía 96 años. Ella vivió mucho más que todos, inc
luso ella misma, podrían esperar y me parece que fue su actitud en relación a la vida que la permitió que lo lograra.
María Dueñas construye muy bien todos sus personajes. Ellos son 3D, tienen profundidad y varias características que descubrimos a los pocos. Aunque sólo algunos hayan existido en realidad, me parece que cualquiera de ellos podría ser una persona real por la complejidad de sus personalidades.


Las mujeres, principalmente, están muy bien escritas: son fuertes y frágiles a la vez, ellas luchan a su manera por sí mismas y por las personas a quienes quieren. Dolores crió a su hija sola, Rosalinda luchaba contra la tuberculosis bovina sin dejar de ser encantadora, Candelaria mantenía sus huéspedes con el matuteo y Sira que dejaba la piel en su taller para arreglar sus errores del pasado y tener un futuro mejor.
Además, la autora rememora a las mujeres que participaron en las guerras como espías, enfermeras y aviadoras, por ejemplo, y que suelen ser olvidadas por la historia. También hay la cuestión del papel de la mujer que es casi sacrificada. Eso se hace ver en el viaje de Sira a Portugal. El éxito que obtuvo en la misión con Manuel Da Silva no se debe sólo porque era inteligente, sino también porque él solamente veía el exterior de las mujeres y no sus capacidades para lograr empresas difíciles. Él nunca habría confiado en un hombre que apenas conocía, pero me parece que no desconfiaba de Sira porque desde su punto de vista tradicional nunca esperó que ella pudiera ser una espía. Otro caso es el de Rosalinda Fox, que fue una mujer más allá de su tiempo y que obtuvo cierta libertad aunque estaba casada y vivía en una época en la que las mujeres tenían menos derechos. Su relación con Beigbeder es muy importante porque enseña que las leyes no pueden limitar los sentimientos. Aunque legalmente estuvieron casados con otras personas, ellos se querían muchísimo y lo demostraban. Rosalinda hubiera querido divorciarse de su marido, Peter Fox. Lo que pasa es que él no quería hacerlo y, por este motivo, ella no podía dejar de ser su esposa, en una época en la que los maridos deberían estar de acuerdo con el divorcio.


Peter Fox también es importante por la cuestión atemporal de la violencia en las relaciones interpersonales, que está en diversas partes del libro. Por medio de sus personajes, la autora nos hace reflexionar sobre peleas, abusos emocionales y violaciones. Rosalinda, por ejemplo, se pone enferma cuando su marido llega con su posesividad, sus exigencias y maltrato al servicio doméstico. Otra relación caracterizada por abusos emocionales es la de Félix y su madre, doña Encarna, que lo trata muy bien delante de todos, pero que cuando están solos hace con que su vida sea insoportable. En los dos casos, la familia, que debería amarlos y cuidarlos, los lastima profundamente. Sin embargo, los extraños también pueden hacernos daño. La violación, un tema que desgraciadamente está todavía presente en nuestras sociedades, es abordada por la autora cuando Sira se viste de mora para entregar las armas en la estación de tren. Lo que llamó mi atención es que el momento en el que la protagonista podría haber sido violada fue exactamente cuándo usaba un jaique que ocultaba todo su cuerpo. Hasta hoy las víctimas de violación suelen ser vistas como las culpables de la violencia sufrida y me fascina que sea precisamente en un momento en el que no "llamaba la atención" de ninguna manera que ella tiene que huir de un hombre borracho que la llamaba mientras hacía gestos obscenos.
La obra es una historia de cómo somos responsables de nosotros y de nuestras acciones. La protagonista tiene que enfrentar a las consecuencias de dejar su ciudad e irse a vivir con Ramiro.  Sira reconoce sus errores, aprende a vivir con ellos y paulatinamente aprende a seguir adelante. Lo que la mueve no es un arrepentimiento, sino su aprendizaje a ser autónoma y fuerte. Es obvio que no es fácil sufrir un desengaño y perder a un hijo y, por supuesto, Sira sufre y necesita de un tiempo para recuperarse. No obstante, encuentra fuerzas y el apoyo de las personas a quienes conoce para empezar desde cero.
Ya que no ayudaba económicamente, Sira empieza a hacer las tareas domésticas con Jamila hasta que al cabo de algunos meses, ella encuentra unas mantas y colchas que necesitaban un repaso. A través de la costura, Sira encuentra su identidad y sus fuerzas, además consigue sentirse feliz al hacer algo que le gusta. Puede que el éxito de sus talleres se deba al hecho de que, además de ser una buena costurera, su trabajo es algo que ama y que es parte de quien ella es. Los buenos resultados, o sea, las bellas prendas que hace, la reafirman no solamente a ella, sino también a sus clientas, que se sienten más felices cuando ven su belleza resaltada por las ropas que Sira cose.
Para conseguir montar su taller y pagar su deuda con el hotel Continental, Sira, una vez más, hace lo que quieren que ella haga, aunque esta vez prácticamente no le quedaba más remedio que hacerlo
Yo creo que lo que pasa es que como moras, las mujeres marroquíes eran vistas como jerárquicamente más indefensas, además del "misterio" que los jaiques creaban. Pienso que es también una cuestión racial, de "nosotros" versus los "otros". De la misma forma como las mujeres indígenas fueron violadas por los conquistadores europeos, me parece que los marroquíes eran vistos como inferiores por muchos y, probablemente, por eso las consecuencias legales o morales de violar a una marroquí eran menores en comparación a mujeres españolas o alemanas, por ejemplo. Lo cierto es que no eran todos que pensaban de esta manera. El personaje de Beigbeder, al contrario, respetaba y era respetado por los marroquíes. La cultura de Tetuán le fascinaba y él seguramente no la veía como inferior. El hecho de que todo Tetuán fue a su despedida antes de que se tornara ministro, de que fuera nombrado hermano predilecto de los musulmanes, y de que tenía recuerdos de su "Marruecos feliz", son pruebas de eso.
Aunque se concentre mucho en las mujeres, los personajes masculinos tampoco están basados en estereotipos. Hay hombres buenos y malos, estafadores y honorables, violadores y respetuosos... Cada uno de ellos tiene una personalidad distinta de los demás. Ramiro es distinto de Ignacio, que es distinto de Marcus, que es distinto del comisario Vázquez, que es distinto de Gonzalo… Hasta cuando habla de los que no viven con sus familias, la autora no crea solo hombres que las abandonan, sino también algunos que intentan buscarlas sin éxito, como el padre de Sira.
Por su narrativa, por la profundidad de los personajes, por las cuestiones abordadas y por su carácter histórico y político, el libro El Tiempo Entre Costuras se convirtió en uno de mis favoritos. Conocí un nuevo mundo por medio de las palabras de María Dueñas y aprendí mucho con él.

Esta es la historia:

Sira era una joven que no elegía nada sola y toda su vida había hecho lo que su madre le decía. Todo cambió cuando se apasionó por un desconocido y decidió jugársela por esta pasión que la arrebataba. Rápidamente, sus planes de vida sin complicaciones se desbaratan y ella empieza una vida de incertidumbre al lado del seductor gerente de la casa Hispano-Olivietti, donde lo conoció mientras su antiguo novio, Ignacio, buscaba una máquina de escribir a que ella aprendiera teclear. Sira necesitaba encontrar un nuevo empleo porque eran tiempos difíciles en España. Con la Guerra Civil a punto de estallar, la inestabilidad política llevaba las familias adineradas a huir del país y las ricas clientas del taller de alta costura en el que Sira trabajaba desde niña − primero como chica para todo y después como costurera − casi ya no necesitaban nuevas prendas para las fiestas, que escaseaban. Después de despedir a las aprendizas y a algunas costureras, se habían ido quedando en el taller sólo su dueña, doña Manuela, Sira y su madre, que también era modista. Aunque a Sira deseaba seguir trabajando allí, tras meses de dificultad, el cierre del taller fue inevitable. Su evidente destino como esposa de Ignacio y como funcionaria de algún ministerio como él fue interrumpido en el momento en que conoció a Ramiro Arribas. Ella llevó días intentando olvidarlo, pero no lo logró. Sira dejó a su novio -a quien no amaba-, abandonó su casa y fue a vivir con el hombre de bella apariencia, sociable y carismático que le encantó desde el momento en que se vieron por primera vez.
Repentinamente, la antigua normalidad a la que Sira estaba acostumbrada fue sustituida por una rutina completamente distinta. Ya no despertaba temprano para ir al taller ni vivía con su madre. Sira precisó adaptarse a una vida nocturna y a convivir con un hombre; cambió los días de trabajo o de inactividad mientras estaba estuvo desempleada por los locales sofisticados, las fiestas, los espectáculos y los restaurantes. Ramiro le compraba ropa, perfumes y comidas sofisticadas. Le enseñaba a usar los cubiertos, a conducir coches y la introdujo las artes, la cultura y la historia internacional. Sira se aleja de su madre y apenas la ve hasta que un día Dolores le lleva un recado de su padre, que quería conocerla. A ella la ausencia de su padre nunca le había afectado y de él sabía poco. Cuando tenía unos ocho o nueve años su madre le había contado que él tenía otra familia y que no podía vivir con ellas.
Más de un cuarto de siglo después de dar a luz, Dolores volvía con su hija a la casa de Gonzalo Alvarado. Él vivía en una buena finca en una buena calle, como las que Sira visitaba cuando entregaba las ropas del taller de doña Manuela. Gonzalo era un ingeniero y ella cosía para su madre cuando eran jóvenes. Él no la había engañado ni las había abandonado cuando Dolores se quedó embarazada. Las había buscado con insistencia, pero como era orgullosa, Dolores nunca quiso su ayuda y se empeñó en que no tuviera ningún contacto con su hija. Gonzalo, que cree que será asesinado en los conflictos políticos y se encuentra solo tras el abandono de su esposa y de sus hijos, piensa que Sira y Dolores son las únicas personas que de verdad habían valido la pena en su vida. Como está arreglando todo en previsión de que sea asesinado antes de que estalle la guerra que prevé, decide darle a Sira una parte de su herencia para que ella pueda abrirse camino en la vida. Aunque no le puede dar la tercera parte de lo que le correspondería, le da mucho dinero, algunas joyas valiosas con sus certificados y un documento que la reconoce como su hija. En cambio sólo le pide que cuide de su madre, que se marchen las dos de Europa lo antes posible y que le dé un abrazo, pues cree que no volverá a verla.


Sira no sabía qué hacer con lo que su padre le había dado y, como no estaba acostumbrada a hacer las cosas por sí misma, la joven pide la ayuda de Ramiro, que cree que deberían invertir el dinero en una sucursal de capital argentino, las Academias Pitman, e irse de España. La pareja llevaba un tiempo planeando su ida a Marruecos. Sin embargo, un día, cuando llega a casa, encuentra Ramiro, que repentinamente le dice, mientras hacía las maletas, que tenían que irse aquella misma tarde. Como Sira no le contesta, él la besa y ella rápidamente hace lo que él quiere.
Llegaron a Tánger en marzo de 1936 y en esos primeros días estuvieron solos todo el tiempo. Después Ramiro comenzó a tener cada vez menos tiempo para ella y más para las personas que había conocido allá. La joven no le decía nada porque cualquier cosa que él hiciera estaba bien para ella, pero las cosas entre los dos empezaron a cambiar. En medio de su tristeza por el cambio, ella se pone enferma y ya no puede acompañarle en las salidas nocturnas. Con el tiempo, ella empieza a sospechar que está embarazada. Su sospecha se confirma cuando va a un médico. Sira iba a contárselo a Ramiro, pero al volver a su habitación la encuentra revuelta. Cree que les habían robado, pero luego ve la carta que él le había dejado, en la que decía que se había llevado las joyas y el dinero como préstamo pues no podía dedicarse a la aventura de quedarse con Sira y el hijo que intuía que ella esperaba. Sin dinero y con la posibilidad de que personas que lo querían encontrar la buscaran, ella sigue su recomendación de abandonar al hotel Continental y coge un autobús a Tetuán.



Al llegar a Tetuán, Sira se desmaya y despierta en el Hospital Civil tras perder el hijo que esperaba. Allí, conoce al comisario Claudio Vázquez, que, al enterarse de su situación, intenta ayudarla negociando su deuda con el Continental. Con la declaración del estado de guerra y el cierre del canal, Sira no puede volver a Madrid. El comisario también le informa que la casa Hispano-Olivetti le acusaba de haberles estafado y que uno de los hijos de Gonzalo, Enrique, la había denunciado en España porque creía que ella había robado las joyas que había ganado de su padre. Sin poder regresar, no le queda más remedio que aceptar la ayuda del comisario, que creía en su inocencia, y se traslada a la pensión de Candelaria, “La Matutera”. Aunque don Claudio y la mujer se llevaban como el perro y el gato, ella recibió a Sira sin cobrarle nada. Al principio, cuando aún se sentía débil física y emocionalmente, Sira apenas salía y solía quedarse en la pensión con Jamila, la muchacha mora que cuidaba de la casa, o con Candelaria. Después criada y dueña intentan buscarle una ocupación, pero no encuentran ninguna.
Los capítulos en los que la modista acepta abrir su negocio con el dinero que Candelaria conseguirá al vender diecinueve armas que un antiguo huésped dejó en su pensión me parecen muy importantes. En ellos, Sira tiene que arriesgarse y vencer sus miedos. Creo que lo que la autora quiere decir con eso es que no hay éxito sin riesgos y sacrificios. Cuando la protagonista lleva ella misma las armas, pues el policía Palomares amenazó a Candelaria con hacerle un registro de la pensión, Sira se descubre valiente al hacerlo, al encontrarse tras perderse por el camino y al huir de los soldados que descubren al hombre que las compró. Esta situación ciertamente le permite a la autora explicar cómo se crea la nueva Sira, mujer vivida y segura de sí misma, que será dueña de uno de los mejores talleres de alta costura de todo el Norte de África. También es interesante ver que La Matutera estaba involucrada en diversas acciones ilegales, pero que no lo hacía porque quería sino porque no tenía dinero para alimentar a las personas que vivían con ella y que no solían pagarla por su estancia. Sus palabras revelan que ella sí tenía miedo de ir a la cárcel por lo que hacía, pero la necesidad la forzaba a tener valor y seguir con el matute.
Dos semanas después Sira ya estaba instalada en su nuevo taller con Jamila y recibe su primera clienta, una alemana, Frau Heinz, que acababa de mudarse a Tetuán. Quería dos trajes de chaqueta, dos de noche y un conjunto para jugar al tenis. Como no sabía el tipo de ropa con la que se jugaba al tenis, Sira pide a Candelaria le buscara algunas revistas. Sin embargo, La Matutera encuentra tan solo una muy antigua que Sira no podia enseñar a su clienta. Uno de los huéspedes de la pensión, Don Anselmo, le sugiere que vaya a la escuela de Bertuchi para que alguno de los pintores la ayudase. Allá, encuentra a uno de sus vecinos, Félix Aranda. Cada día Sira tenía más clientas, muchas de las cuales eran alemanas, y su taller prospera. Nuestra protagonista le daba la mitad de lo que ganaba a Candelaria y ahorraba la otra mitad para pagar su deuda con el hotel Continental. La amistad entre ellas se mantendrá para siempre, aunque evitaran ser vistas juntas para que la mala fama de La Matutera no afectara la reputación de Sira, que continuaría yendo a la pensión, incluso en la Nochebuena, momento en que se encuentra muy triste pues era la primera vez que la pasaba lejos de su madre.


Aranda se ofrece a dibujarle los figurines y los entrega en su casa aquella misma noche. Así empezó la amistad de los dos, que duraría todo el tiempo en el que Sira estuvo en Marruecos. Él huía de su casa muchas noches para no tener que aguantar a su madre que le trataba muy mal cuando estaban solos y ella tenía una compañía que le ensañaba muchas cosas sobre el mundo, las artes, la política y los poderosos de la ciudad.
Con su creatividad y humor, eél entretenía a Sira, que se quedaría sola sin su presencia. Félix tenía un empleo aburrido en la administración, pero lo que le encantaba era el arte. Fue él quien le sugirió que llamara su taller Chez Sirah. También le hablaba de la vida de sus clientas, como Frau Langenheim, que un día llevó a una amiga inglesa al taller de Sira, Rosalinda Fox. Rubia, delgadísima, segura y elegante, ella llamó la atención de Sira. La modista tomó sus medidas y oyó sus peticiones, y no se marchó, prefiriendo conversar, como si no tuviera nada más que hacer. Rosalinda le habló de su vida, de que había vivido en India, Inglaterra, Portugal, Tánger y, en aquel momento, Tetuán. Le extrañó que la inglesa, que le parecía liviana y aniñada, tuviera un hijo de cinco años. Sin embargo, pronto les une una bella amistad y Sira conocería lo que había detrás de la imagen que Rosalinda sostenía. El momento en que empiezan a ser amigas de verdad se produce cuando la dama inglesa pasa por su taller un día necesitando un vestido para aquella misma noche. El traje que le estaba cosiendo todavía no estaba listo y Sira no tenía ninguna prenda lista. Rosalinda se fue, pero como no quería decepcionar a la clienta, Sira intenta copiar un Delphos, un vestido que podría conseguir hacer en un día. Rosalinda necesitaba acompañar a su amante, el alto comisario Juan Luis Beigbeder, a una recepción con alemanes y quería causarles buena impresión, ya que por la rivalidad de su país con Inglaterra, no tenía una buena imagen entre ellos.


Cuando faltaba poco para el fin del plazo del Continental, Sira estaba tranquila pues podría pagarles. Sin embargo, la llegada de la hermana de una de sus vecinas desde España hace que ella quiera llevar a su madre a Marruecos porque la extrañaba muchísimo. Sira decide ir a Tánger a negociar el plazo que le habían dado. Mientras caminaba hacia la parada de autobús, Rosalinda Fox la vio y como también iba a aquella ciudad, la llevó en su coche.  Todo el camino la inglesa habló sin parar de su vida. En Tánger, Sira no consigue posponer su deuda. Al encontrarla nuevamente, le cuenta a Rosalinda que quiere sacar a su madre de Madrid, pero que el dinero que tiene debe usarlo para hacer un pago urgente. Además, le confiesaque no es la mujer que todos piensan que es y que sólo tiene a su madre. Su nueva amiga  quiere ayudarla. La lleva a Tánger una vez más y queda en ver a un periodista inglés que puede conseguir llevar a la madre de Sira a Marruecosa cambio de una entrevista con Beigbeder y el acceso a la vida oficial de Tetuán.
Marcus Logan llega herido tras presenciar un ataque en Madrid mientras lo cubría para su periódico. Él no era amenazador ni parecía ser un extorsionador como Sira y Rosalinda habían pensado. Los dos ingleses negocian los términos de su estancia y después marcus les explica cómo será la operación, que sería gratuita. Como la vida de su madre dependía de Logan y su contacto, Sira paga a un botones para que la informe acerca de lo que el periodista hacía en el hotel. Jamila lo seguía por las calles. Tras todo que le había pasado, Sira ya no podía fiarse de alguien que no conocía. Días después, ella va a hablar con él y Marcus la invita a ser su pareja en la recepción de Serrano Súñer, el cuñado de Francisco Franco, el nuevo mandatario español. Candelaria, Félix y algunas conocidas arreglan a Sira y la dejan tan elegante como cualquiera de las mujeres ricas que estarían allá. Candelaria, que es como una nueva figura materna para Sira aunque sea exactamente lo opuesto a su madre, llega a amenazar a Logan si él lastima a la modista de alguna manera.
En esta recepción, Sira tiene su primera experiencia como espía, pues el periodista quiere saber qué enseña a Serrano un grupo de alemanes que llevaba una esvástica en el ojal de la solapa. Usando el espejo de su polvera, ella lo hace, pero por accidente se chocó contra la espalda del cónsul alemán, uno de los que estaban mirando lo que Sira descubrió ser fotografías. Serrano recogió la polvera y los dos hablaron por algunos momentos antes de prácticamente huir a un lavabo. Como el que le habían indicado no podía usarse, un soldado la lleva a otro lavabo donde ella intenta tranquilizarse antes de volver a ver a Marcus. Sira lleva varios minutos sola allí hasta que decide regresar a la fiesta. Sin embargo, ella se pierde y se siente como en la noche de las pistolas. Cuando encuentra el camino, ella oye la voz de Serrano y de un alemán.

Como no quería explicar lo que hacía o tener que simular una pose fingida nuevamente, ella abre una de las puertas y se mete dentro. Desgraciadamente, los dos hombres entran exactamente en la misma estancia en la que la modista había entrado y ella apenas tiene tiempo de tumbarse en el suelo detrás de un sofá antes de que la vean. Allí, escucha los planes que los alemanes tienen de instalar antenas que interceptarían el tráfico aéreo y marítimo el en Estrecho con el objetivo de equilibrar la presencia de los ingleses en Gibraltar. Cuando encuentra a Marcus, ella le cuenta y le pide que la saque de la fiesta.
La mañana siguiente, Sira va a visitar a Rosalinda, que no había ido a la recepción, y la inglesa le cuenta sobre la enfermedad crónica que tiene, tuberculosis bovina. Ella le dice que cada mañana que abre los ojos agradece a los cielos por permitir que viva un día más. También habla de su marido, que regresaría en algunas semanas y que no se importaba con ella o su hijo. Las dos mujeres, Marcus y Beigbeder se acercaron y se hicieron buenos amigos. A Sira le gustaba Marcus cada vez más, pero se esforzaba para contener el afecto que sentía pues sabía que luego él se marcharía y no quería volver a sufrir como lo hizo cuando Ramiro la dejó. Cuando su madre está a camino, él le informa que tendrá que marcharse. Sira lo abraza y llora al pedirle que no se vaya, pero el periodista no puede quedarse.
La llegada de su madre no fue como la protagonista esperaba. Ella había pensado que sería un momento de alegría, pero su madre estaba triste, casi no hablaba y no tenía entusiasmo por nada. Solamente la abrazó y se mantuvo agarrada a su mano. Creo que el estado de Dolores fue una de las maneras que la autora encontró para hablar de los daños que las guerras causan a las personas comunes que viven dificultades y que tienen sus vidas cambiadas para siempre por estas fatalidades. La mujer fuerte y resulta que Sira había abandonado fue sustituida por una apática y pasiva, que no tenía ganas de hacer nada y a quien todo le daba miedo. A los pocos, Dolores empezó a tomar sus propias decisiones y a coser. Las dos ya no eran las mismas personas que habían sido años atrás, pero aun así volvieron a entenderse bien. La vida de Sira cambió una vez más con la presencia de su madre. Ella ya no pasaba tanto tiempo con Félix y la convalecencia de Rosalinda tras la presencia de su marido también las alejó un poco.
Con en el fin de la Guerra Civil, Sira y su madre podían volver a Madrid, pero prefirieron no hacerlo de inmediato. Juan Luis Beigbeder fue nombrado ministro de Asuntos Exteriores y Rosalinda se fue a España con él. Desde allá, escribía a Sira y la ponía al tanto de la situación política de su país y de la guerra europea que acababa de empezar. A los pocos, Beigbeder se convirtió en una figura problemática para el gobierno pues apoyaba a los ingleses mientras su país se acercaba cada vez más a Alemania, que había colaborado con los falangistas para que ganaran la Guerra Civil Española. Rosalinda vuelve a Marruecos y pide la ayuda de Sira. Ella quería que la española montara un taller en Madrid, por medio del que espiaría a las mujeres de los nazis y obtendría informaciones acerca de los eventos a los que atendieran. Acobardada y sin ganas de abandonar a su madre una vez más, la modista le dice que no lo hará, pero su amiga le pide que lo piense. Cuando cuenta a su madre, Dolores quiere que ella vaya. Si ayudar a los ingleses mantendrá a España fuera de otra guerra, ella cree que su hija debe hacerlo. Esta acción revela la real profundidad del impacto de la guerra en la madre de Sira. Ella prefiere estar lejos de su hija, que arriesgará su vida, para que no vuelva a pasar a su país otra situación como la que vivió y que cree que España no podría soportar en aquel momento.
Por influencia de Dolores, ella busca al agregado naval británico, Allan Hillgarth, que le instruye sobre cómo será su misión. En esta parte queda muy claro que el libro habla de cómo nada es realmente estable, aunque muchas veces tengamos esta ilusión. La historia de Sira nos enseña que podemos perder todo que tenemos – libertad, familia, seguridad, dinero – rápidamente. Su trayectoria está llena de despedidas, pero también enseña que podemos crear "nuevas familias" por donde vayamos. En Tetuán conoció a Candelaria, al comisario Vázquez, a Jamila, a Félix, a Rosalinda y a Marcus, que fueron como su nueva familia mientras no estaba con la suya. A mí me parece que es una historia de busca de la independencia, de salir del nido. Sin embargo, vemos como las personas dependen una de las otras y como esta dependencia, si no es exagerada como en el caso de Sira con Ramiro, puede ser positiva para todos. Su relacionamiento con sus nuevos amigos fue una de las cosas que le dio fuerza y que disminuyó su soledad. La dependencia emocional que había entre ellos es clara, pero no los destrozó, al contrario, ella hizo con que la vida de todos fuera mejor y más feliz.

Bajo la identidad de Arish Agoriuq – Sira Quiroga al revés más el “h” añadido a su nombre por Félix –, ella vuelve a Madrid. La modista empieza a vivir en el taller montado por Rosalinda como una ciudadana marroquí, trabajando con dos chicas que vivieron en Alemania y, por ello, entendían el alemán hablado por las esposas, hijas y amantes de los nazis que estaban en España. Por llevar consigo telas desde Tetuán, ella tenía una ventaja sobre las demás modistas madrileñas que apenas las tenían en aquel momento. Bajo el pretexto de querer saber todo sobre las mujeres que acuden a su taller para atenderlas mejor, Arish pide a las muchachas que apunten lo que sus clientas digan mientras estén en el taller. Después, la modista convertía los mensajes al código Morse, los disfrazaba en las puntadas de los patrones que dibujaba y los llevaba al Museo del Prado o a la peluquería indicada por Hillgarth. Cuando necesitaba comunicarse con él, ella iba a un café frecuentado por ingleses y alemanes con su bolso en la mano derecha. Para hablar con ella, el agregado naval le enviaba flores o cajas de bombones con mensajes ocultas en código Morse.
Cuando lo despiden, Beigbeder visita a Sira aunque no debería hacerlo pues no tiene nadie con quien hablar ya que Rosalinda se había marchado a Lisboa porque la Gestapo, la policía secreta de la Alemania nazi, la buscaba. Como está destrozado, ella lo escucha y deja que él pase la noche un su casa. La noche siguiente, tras intuir que la seguía, Sira llega a su taller y encuentra a Ignacio esperándola. Él trabajaba para la Dirección General de Seguridad del Ministerio de Gobernación y estaba a cargo de la vigilancia y seguimiento de los extranjeros. Como ella ahora era una marroquí era su trabajo seguirla y certificarse de que ella no causaría problemas al gobierno. Ella tuvo que explicar su cambio de nacionalidad y dejar que el viera a su taller. Él casi encontró las cartas que Beigbeder pidió que Sira enviara a Rosalinda por medio de Hillgarth, pero no lo hizo. Cuando Ignacio habla mal de su amiga y del antiguo alto comisario, Sira no se contiene y los defiende. Él amenaza deportarla, pero ella contesta que tiene clientas importantes cuyos maridos podrían darle asilo diplomático en Alemania.

Me gustó muchísimo cuando Sira y su antiguo novio se encontraron una vez más. Creo que esa escena sirve para hacerle recordar que sus decisiones afectan a otras personas y que ella no fue la única que sufrió por amor. Sin embargo, me parece interesante, pero también un poco triste, que el soñador Ignacio se haya conformado con las opciones que tenía.  En cuanto a la manera como él juzga a Sira cuando la encuentra, creo es comprensible porque ella seguramente le hizo mucho daño, pero no es justa ya que él no sabía todo que había pasado a ella ni tampoco estaba al tanto de los motivos por los cuales la modista no había buscado a sus antiguos amigos y conocidos. Como espía, ella no podía dejar que alguien de su pasado la reconociera. Por otro lado, Sira también juzga a Ignacio hasta que él le cuenta sobre cómo es su vida y, entonces, ella se disculpa. Pienso que esta parte es muy importante porque enseña que no es posible juzgar a nadie con justicia si no se está en el lugar de la otra persona.
Una de las cosas más profunda que le pasó a Sira mientras era espía en Madrid fue tener una chance de realmente conocer a su padre. Él nunca quiso abandonarla y, ya que no sabía quién era él hasta que se vieron por primera vez antes de que se marchara a Tánger, ella tampoco pudo buscarlo. Ellos tienen una segunda chance de ser padre e hija y la aprovechan bien. Sira encuentra a su madre después de dejarla y trabaja una relación con el padre que no tuvo chance de crearla. Eso nos enseña que nunca es demasiado tarde para corregir nuestros errores o para dar una segunda chance a algo que nos salió mal. Otra persona que Sira vuelve a ver es la dueña del taller en el que trabajaba antes de irse a Tánger, doña Manuela. Cuando tiene más pedidos de lo que puede coser mientras también atiende a eventos germánicos o germanófilos, Hillgarth le sugiere que busque a alguien en que confié y Sira busca a su antigua jefa. Con doña Manuela, la modista ya no se queda sola en Madrid. Además, es una manera interesante de decir que todo puede cambiar mucho al largo de los años. La antigua jefe ahora era una funcionaria mientras la funcionaria era la jefa. Sin embargo, la inversión jerárquica no les causó problemas.
En los últimos capítulos del libro, Sira vive una aventura mientras espía a un empresario portugués que era aliado de los ingleses, pero que se acercaba cada vez más a los alemanes. En Portugal, Arish fingió que sólo quería comprar las sedas chinas que él, Manuel Da Silva, exportaba. Ella tenía que seducirlo, lo que le resultó fácil ya que él era mujeriego, y descubrir si las sospechas acerca de él eran verdaderas. Sin embargo, ella tuvo que usar su inteligencia porque trabajaría sola, sin la asistencia de Hillgarth. Arish le encantó a Da Silva, que se encargó, personalmente y por medio de sus empleados, de la organización de la estancia de Sira en Estoril y Lisboa. Arish también se acerca a la secretaria antipática de Da Silva, Beatriz Oliveira, que está en contra los alemanes y a quien le molesta que su país tenga acuerdos con Alemania.

Algunos días tras hablarle y decirle que tampoco le gustaba lo que estaba pasando, Arish la encuentra y recibe la información que la secretaria tiene. Además, ella tiene una lista con nombres de algunos ingleses que los alemanes y el empresario portugués quieren “neutralizar”, incluso el de Marcus Logan. Ella ya lo había visto algunas veces en Portugal. Primero en un café en Lisboa, del que huyó y, días después, cuando estaba con Da Silva y descubrió que los dos se conocían. Aunque verlo le causó una gran nostalgia, ella no dejó que eso la alejara de su misión. Sin embargo, cuando se enteró de que su vida estaba en riesgo, la modista decidió buscar a Rosalinda a pesar de que le habían dicho que no lo hiciera. Ella le pidió a su amiga que le informara a Marcus que él y otros cuatro ingleses estaban en peligro sin que le dijera que la información procedía de ella. Días después, él la buscó en su hotel, pidiéndole se alejara de Da Silva. Mientras hablaban, el ayudante del empresario portugués llega trayéndole unas orquídeas. Marcus se había escondido, pero el ayudante pudo ver su sombrero. Por suerte, él no tuvo tiempo de hablarle a Da Silva antes de la cena en su quinta a la que Arish consiguió ser invitada. Allá, ella se entera de los planes del empresario de vender wolframio a los alemanes. Manuel la llevó a la estación y la besó antes de marcharse. Era un beso de adiós no sólo porque ella volvería a España, pero también porque él había enviado dos hombres a matarla pues había descubierto que quería Arish en Portugal. Marcus, la ayuda a huir. Los dos vuelven a Madrid en coche y pasan la noche juntos. Él tiene que arreglar algunos asuntos, pero promete que volverá en algunos días.
Sira decide que ya no hará lo quieren que ella haga. Ella invita a Marcus y el matrimonio Hillgarth a la casa de su padre. Tras hablar con el agregado naval, ella se dio cuento de que Marcus trabajaba para el servicio secreto británico y quería saber sobre su pasado porque no deseaba ser engañada una vez más. El final me encantó porque además de dar una segunda chance al amor, Sira lo hace en sus propios términos. Si Marcus valiera la pena, él le contaría quien era y se quedarían juntos, si no lo hiciera, ella seguiría adelante sin él. Pienso que lo que la autora quiere expresar es que para que un relacionamiento funcione es imprescindible que haya honestidad y confianza. También queda claro que la protagonista madura al largo de los años y que ha aprendido a pensar en lo que es mejor para si misma. Aunque amara a Marcus, no arriesgaría nuevamente todo que tenía por una pasión llena de incertidumbre y con gran potencial de herirla. Después, ella pide que Hillgarth le cuente a Marcus y a Gonzalo lo que ella estaba haciendo como espía y se acaban los secretos entre ellos.
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