sábado, 24 de diciembre de 2011

Mafalda: la adorable "enfant terrible"


Fabricia Luque
No me acuerdo de cuándo leí por primera vez las tiras cómicas de Mafalda. Desde entonces soy fan del personaje creado por Quino a principios de los 60, una verdadera filósofa que antes de ingresar al jardín de infancia ya contesta la realidad social y política de su país y del mundo.

La historia del personaje es curiosa: Mafalda nació en 1963, a consecuencia de un pedido hecho por una agencia publicitaria para que se creara una tira cómica que sirviera de publicidad disfrazada para una compañía de electrodomésticos. Así que los protagonistas serían de una familia de clase media y el nombre de uno de los personajes debería hacer una alusión al nombre de la compañía, que empiezaba con las letras M e A, pero el cliente de la agencia no aceptó el plan de la campaña publicitaria diseñada por Quino.

El año siguiente (1964), el más importante semanario de Argentina de aquella época, llamado Primera Planta, encarga a Quino crear una tira regular. Quino retoma entonces la idea de la enfant terrible que conquistó el mundo.

Umberto Eco asegura que Mafalda es “el personaje de los años sesenta” y la define como una heroína “rebelde” que rechaza al mundo tal cual es.



De hecho, Mafalda es una contestadora. Sigue los noticiarios con gran interés y suele sublevarse contra la guerra, el hambre y las injusticias sociales. Conoce el significado de conceptos como burocracia, democracia, comunismo, patria, libertad, derechos humanos, etc… todo eso a los seis años de edad y tiene un globo terrestre que trata como a un enfermo. Mafalda hace preguntas a sus padres sobre la guerra en Vietnam, porqué la humanidad va tan mal, y otras de ese tipo, y ellos le dicen que no es asunto para su edad. Sus padres, a propósito, necesitan tomar con frecuencia un medicamento llamado nervocalm. De verdad, no es fácil criar una chica como Mafalda.

En los años 60, Mafalda ya no aceptaba el papel de la mujer que vive sólo para cuidar de la familia. No es vanidosa como suelen ser las chicas de su tiempo ni sigue modas. Al revés, hace planes de ir a la Universidad, aprender diversos idiomas, obtener una beca para estudiar en Japón y ser traductora de la ONU a fin de mejorar las relaciones diplomáticas.

No se puede olvidar también que Mafalda odia sopa y a ella le encantan los Beatles.


Además, es muy interesante constatar que Mafalda y sus amigos reflejan los diversos segmentos de la sociedad argentina: Manolito es hijo de un español dueño de un pequeño almacén y sueña todo el tiempo en hacerse rico, proprietario de una cadena de supermercados; a su vez Susanita es una chica superficial, prejuiciosa, cotilla e individualista que cree que la felicidad de la mujer consiste en casarse con un ricazo y tener hijos; mientras que Felipe es un chico romántico, tímido, angustiado y de buen corazón.

En resumen, las historietas de Mafalda creadas por Quino son una invitación a reflexión y muy placenteras de leerse. El libro Toda Mafalda es una lectura muy recomendable.

Y si va a Buenos Aires, no deje de visitar la escultura en la Calle Chile 371 del barrio porteño de San Telmo (cuando dibujó a Mafalda, Quino vivía allí, en el décimo piso del departamento de Chile y Defensa, y decidió que esa sería también la casa y el escenario de su criatura).

Casa de Mafalda
Mafalda y Fabricia

De Mafalda, para pensar:

¿Dios habrá patentado esta idea del manicomio redondo?

¿No será acaso que esta vida moderna está teniendo más de moderna que de vida?

Vea también el video Mafalda en Navidad.

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domingo, 18 de diciembre de 2011

ESCRITURA CREATIVA

Por favor, ¿quién me ayuda? (parte IV - final)
Laura Freitas

No es necesario practicar las diligencias, yo explico todo lo ocurrido. Tenía motivos para el pánico. El individuo que me preguntó si yo nunca había visto a dos amantes peleando era verdaderamente pavoroso. Os juro que era muy digno de una película de terror.


Estoy de acuerdo en que soy un poquito exagerada y un tantito ingeniosa, sí, algunas veces, raramente, soy curiosa, pero la curiosidad a mí no me llega a obsesionarme, las transgresiones, aunque pequeñas e inocentes suscitan el miedo, que es paralizante. Cuando entré en la casa de los horrores no contaba con aquellos gritos y actitudes descabelladas, justo al contrario, preparé mi espíritu para entrar en un tranquilo hostal de estudiantes y mirar una simple foto en la pared, quizá de la playa de Copacabana.

La sangre era poca, unas gotillas, caramba, sangre es sangre. El desgraciado, aterrorizante ser, sangraba por la nariz, había sido agredido a puntapiés por su truculento amante. Bueno, soy absolutamente pacifista y correcta políticamente, como ya expliqué, pero esa víctima mereció las patadas, era un grosero y por sus palabras y actitudes descalificadoras, se nota, seguramente, que es un sadomasoquista.

Pucha, nada que ver con Miguel, su amigo o amiga y sus pandillas vulgares.

La entrada disputadísima, la revendí por un buen precio delante de la taquilla donde la había comprado, - una vez que las plazas del teatro estaban agotadísimas -, a un fan de la actriz, por supuesto era un estudiante, no sé de que y no me interesa saberlo.

Los documentos, aquellos que habían armado el quilombo, los eché al canasto.

Después del magnífico espectáculo con la divina actriz, fui a cenar a Lapa, un barrio bohemio y pintoresco, lleno de historias interesantes e intrigantes, caramba, allí las escenas callejeras llenan los periódicos y el misterio de los acontecimientos mata de curiosidad a los ciudadanos comunes. La Lapa, la región del puerto y los suburbios oscuros, me encantan... Leer más...

lunes, 12 de diciembre de 2011

ESCRITURA CREATIVA

Por favor, ¿quién me ayuda? (parte III)
Laura Freitas

La calle era normal, ubicada cerca de la Universidad y como las demás calles de barrios residenciales mezclaba casas sencillas, grandes, medios y pequeños departamentos.

El número indicado tenia algo de conventillo y mucho de hostal para estudiantes nada ricos.

Paseé cinco veces delante de su puerta descolorida y abierta. La primera vez le dediqué una mirada fugaz, casi vi una fotografía. La última vez, una mirada penetrante y tranquila, puesto que el lugar me pareció pacífico.

Hace falta a la vida un poco de emoción. Odio la monotonía, por ese motivo estudio español en el Instituto Cervantes, mi profesora se llama Belén y mis compañeros son insistentes, pero realmente entré en esa casa solamente para ver si la foto que había descubierto en la pared era de la playa de Copacabana.

No di dos pasos en el ancho y largo pasillo, cuando escuché con todas las letras la palabra "homosexual" y ya me apresuraba a salir, pensando que a pesar de ser yo políticamente correcta, no quedaba bien una señora mayor en un antro de maricones, cuando un alto, gordo y sonrosado hombre salió corriendo después de haber gritado desaforadamente algo como:" te engañas si piensas que voy a sostener tu vida inmoral y escabrosa" y agregó: “se acabó la farsa”.

¿Qué cambiaría en mi vida si aquella maldita foto en aquella pared cursi de aquella tenebrosa casa fuera de Copacabana, de Ibiza o de Osama Bin Laden? ¡Absolutamente NADA!

Claro, aquel líquido rojo que escapaba bajo la puerta era tinta, allí debía de vivir un pintor, pero no existía una explicación pragmática ante algunos hechos concretos: mis pies estaban pegados al suelo, mi ropa estaba tan mojada de sudor que uno pensaría yo me había bañado en una exuberante cascada, mi boca estaba abierta y seca, mis ojos aterrorizados y me invadía un sentimiento que un filólogo nombraría: pánico.

(continúa)
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lunes, 5 de diciembre de 2011

ESCRITURA CREATIVA

Por favor, ¿quién me ayuda? (parte II)
Laura Freitas

Su apellido poco usual ayudó y lo encontré.

Algo de lo que escribió en su página web, verdad o no, coincidía con lo que me había dicho, pero no todo, y mucho, incluso me sorprendió.

Le dejé un mensaje: "Compré tu entrada para el teatro, para el sábado, en atención a tu pedido. Llámame, quiero pasarte mi dirección y confirmar cuándo te lo dejaré en la portería de mi comunidad".

Yo no quería recibirlo en mi hogar, era un casi desconocido, no le pasaría el número de mi departamento, sería una exposición innecesaria para mi familia y mi intimidad.

No me contestó el mensaje. No me llamó al móvil. Por supuesto volví a su página web donde había una dirección de correo electrónico y un número de teléfono.

Le envié un mensaje de correo electrónico, - quizás sin tiempo no miraba su página de la red social -. Tampoco me contestó.

Me perseguía la responsabilidad, me empeñaría al máximo. Como tenía su nombre completo, busqué en la guía de teléfonos en Internet. Para mi suerte, encontré su número. Lo llamé. Terminaría, así, mi tarea de ángel responsable. Me atendió alguien, que en verdad no puedo garantizar si era hombre o mujer, la voz me dejó en duda, pero esa persona me informó que Miguel estaba ocupado y no podía atenderme.

Le expliqué, a su amigo o amiga, sobre la entrada y pedí que le preguntara si todavía le interesaba el ingreso.

Miguel me había parecido empeñadísimo en ver la obra y la interpretación de una diva del teatro brasileño. Agregué que yo perdería mi dinero ya que en mi familia o entre mis amigos no había estudiantes, aclaré vehementemente que me dolía perder un ingreso, no tanto por el precio, era poco costoso, sino por la oportunidad que se perdía de ver una bella obra y un grandioso trabajo actoral. Finalmente dejé muy clarito que para mí lo más importante de todo era devolverle, a Miguel, sus documentos.

Un par de horas después me telefoneó el amigo o amiga para decirme que Miguel curraba tantísimo y suplicaba a mi bondadoso corazón que le llevara, a su dirección, la ambicionada entrada y sus preciosos documentos.

Aunque dije que no iba a ir, sin embargo quería conocer la ubicación por pura curiosidad. Soy mayor, jubilada y muy canosa, lo que me garantiza alguna experiencia de vida, y absolutamente sensata, y también muy curiosa.

Claro, yo no entraría en el edificio, solamente llegaría hasta la calle indicada y de lejos miraría el ambiente. Habría que ser muy tonta e inocente para entrar espontáneamente en un lugar, que tal vez fuera una caverna de lobos. Soy sensata y muy, muy racional y ¿para qué sirve el correo, los carteros, los mensajeros, los botones, los entregadores profesionales... y los etcéteras?

(continúa)
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jueves, 1 de diciembre de 2011

Al entrar en diciembre inauguramos una nueva sección: ESCRITURA CREATIVA, donde abrimos espacio para la imaginación y para el trasvase de géneros: novela, cuento, poesía, pensamiento, metafísica, filosofía, arte, foto, video... En nuestra nueva sección los vuelos son altos y están construidos de sueño, realidad y ficción. 
Contamos con todos los amigos para publicar muchos y bellos trabajos. 
Hoy empezamos con un relato de ficción en cuatro capítulos; esperamos que os guste. 
Muchas gracias por compartir con nosotros la insistencia.

Por favor, ¿quién me ayuda? (parte I)
Laura Freitas

La cola frente al teatro era muy grande, la obra era exitosa y la actriz un icono de la dramaturgia brasileña.

No sé dónde leí una entrevista con un escritor argentino, -quizá del estupendo Fernando Sorrentino, autor de geniales cuentos inquietantes que mezclan misteriosos crímenes y personajes enigmáticos que atrapan al lector y plantean intrigas-, pero al grano: leí que en los cuentos la verdad de la vida del escritor y la mentira de la ficción se confunden. Sin pretensión, en este modesto texto también la verdad y la ficción se mezclan, hasta el punto de yo no saber separar la realidad y la imaginación, pero el hecho pasó conmigo personalmente.

Nuestra charla empezó cuando el muchacho, que llamaré Miguel (vete a saber por qué), me dijo que era su última oportunidad de ver la obra, una vez que estaba en fin de temporada y que él ya había intentado comprar la entrada otras veces, pero el teatro siempre estaba con su aforo agotado. Nuestra plática versó sobre la vida: la mía, la de él y la de otros, pero siempre con foco en los espectáculos, Miguel era estudiante de Teatro.

Como tantos emigrantes en las grandes ciudades, él era de un pequeño pueblo campesino y soñaba con las luces de la escena.

Su padre había permitido que viniera a Río de Janeiro, a estudiar para veterinario y volver a su hogar como dueño de una buena técnica para mejorar la raza bovina de su hacienda. Miguel me dijo que se desdoblaba para estudiar Veterinaria – porque no podía decepcionar a la familia –, y también Teatro, su gran pasión, además de trabajar para agregar un poco de dinero al poco que su padre le enviaba. Incluso me confidenció algunas desdichas.

El tiempo pasaba y la cola no andaba, ocurrió un problema con la computadora de la taquilla y la venta de entradas iba muy lenta.

Mi compañero de cola y de charla dijo que por desgracia no podía quedarse allí por más tiempo y volvería a su trabajo. Le animé, dije que ahora faltaba poco, pero trabajo es trabajo.

A la despedida me apiadé de Miguel y me ofrecí para comprarle la entrada; le pasé el número de mi móvil y quedamos en que me llamaría por la noche, entonces yo le informaría sobre mi dirección para que buscara su entrada y me lo pagara. Él quería dejar el dinero para la adquisición, pero yo no se lo acepté, había la posibilidad de aforo completo del teatro antes de comprar la tal entrada. Miguel no dejó el dinero, pero me entregó una copia de su tarjeta de identidad y el documento comprobatorio de su situación de estudiante para la compra especial, con descuento de 50%, limitada a los estudiantes.

Compré mi entrada para el espectáculo del viernes y para Miguel, en atención a su pedido, le compré un ingreso para el sábado.

Era el martes, esperé que me llamara por la noche como quedamos y nada, al día siguiente tampoco. Su entrada era para el sábado, había tiempo.

El jueves, me preocupé. Y ya no sé cómo estaba mi estado de ánimo cuando conecté Internet y busqué algunos sitios de Redes Sociales con el objetivo de encontrarlo. Su apellido poco usual ayudó. Lo encontré, mejor, lo reencontré.

(continúa)
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