lunes, 26 de marzo de 2012

Torres del Paine (Patagonia Chilena)

Herbert Guimarães




Después de horas caminando llegué a la base de las tres torres del parque Torres del Paine en la Patagonia Chilena. Fue una experiencia agotadora pero valió la pena. La laguna que se puede ver en la foto me sorprendió. No esperaba encontrar algo así en la base de las torres (los tres cerros al fondo de la foto).

Hacía mucho frío arriba e incluso al final del camino nevó. ¡Lo recomiendo!

*Foto de Herbert Guimarães
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lunes, 19 de marzo de 2012

El carnaval de Sapucaí desde dentro

Bianca Stamato

Preparándome para el desfile
Soy una “carioca da gema” (carioca de pura cepa) como se dice por aquí, pues nací y siempre viví en Río. Pero esta ciudad, internacionalmente conocida por la samba y el carnaval, nunca me pareció tan maravillosa como la cantan. La veo como una hermosa urbe que, desgraciadamente, está vilipendiada por su propia población. Los cariocas se ufanan de la ciudad en la que viven pero no la respetan. La verdad está mejor retratada en el estribillo de la canción de Fernanda Abreu: “Río 40 grados, ciudad maravilla, purgatorio de la belleza y del caos”.

Por eso, siempre me sentí un poco aislada, ya que los cariocas típicos, que van religiosamente a la playa todos los domingos y aman el carnaval incondicionalmente, no osan criticar algunas de nuestras costumbres. Ellos son un pueblo de optimistas y yo, al revés,  soy una aguafiestas que estropea la diversión ajena con mi pesimismo o, por lo menos, con mi desconfianza de que no todo es la octava maravilla  del mundo.

La idea de ponerme un disfraz y celebrar la vida sin cualquier motivo me resultaba absurda, así que nunca había comprendido el carnaval, la fiesta carioca por excelencia. El “Sambódromo”, para mí, representaba la quintaesencia de la alienación del pueblo, que durante el carnaval se olvida de su condición desfavorable para divertir a los más ricos. Siempre me pregunté cómo aquellos que más sufren en la vida pueden experimentar tanta felicidad.

Desfilar en la Avenida Marquês de Sapucaí era algo inimaginable en mi vida, hasta que pasé por un período de profunda tristeza el año pasado. El padecimiento cambió totalmente mi perspectiva ante la vida y, consecuentemente, mi mirada sobre el carnaval; la tristeza no solo no anula la alegría sino que la refuerza. Uno debe reírse de sí mismo y de sus tragedias para que la vida sea soportable. A veces tenemos que hacer el payaso, bromeando con todo. La locura no está en celebrar el simple hecho de vivir sino en recusarse a hacerlo.

El carnaval significa justamente la oportunidad de olvidarse de la realidad y de sustituirla por la fantasía, la alegría y la payasada. Terminada la fiesta, todos volvemos a nuestras vidas llenas de sueños, deberes y frustraciones. Durante el carnaval nos podemos disfrazar y cambiar de vida, de sexo, de amor y de clase social; el peón se hace rey y Pierrot tiene el amor de Colombina.

Doña Ivone Lara
Y es así que, sin pensarlo mucho, decidí desfilar este año en la escuela de samba Império Serrano. Me enamoré de la samba enredo, que habla de Doña Ivone Lara, sambista que forma parte de la vieja guardia de aquella “escuela” de samba. La canción, que halaga a todas las mujeres, emocionó a todos y levantó al público en Sapucaí a las  cinco y pico de la madrugada del domingo de carnaval.

Antes del desfile, asistí a los ensayos en el barrio de Madureira y la alegría de la batería, apodada merecidamente sinfónica, me contagió. En medio de los “agogôs, bumbos y cuícas” mi corazón no se quedó indiferente a la samba, que late intensamente como la propia vida.

Escudo de la "escuela" Império Serrano
En el día del desfile, me pinté las uñas con el color verde de Imperio Serrano y me puse radiante para defender a mi “escuela de samba” junto a mi marido y amigos. A la una de la mañana salimos de mi piso y tomamos el metro hacia Sapucaí. La fiesta ya empezó en la estación, pues había una muchedumbre de disfrazados yendo y volviendo del sambódromo. Era una escena surreal, en la que seres coloridos e irreales afrontaban el calor de una noche de verano para brillar anónimamente en la Avenida.

Ni la espera de más de tres horas de concentración en plena Avenida Presidente Vargas ni el peso de mi fantasía, toda negra y dorada, me descorazonaron. Cuando entré en la Avenida, cantando la samba y saltando de alegría, finalmente comprendí el carnaval: no hay que explicarlo racionalmente sino sentirlo. El desfile es toda una vivencia que difícilmente puede ser traducida en palabras ni en tesis. Es un momento de pura magia, muy lejos de la realidad pero muy cerca del corazón. Desde dentro de la Sapucaí vi a la gente sencilla hacerse rey y reina; vi a la gente pobre volverse muy rica y a la gente fea ponerse bonita. Yo que ya estaba un buen rato mal con la vida me convertí en alegría.

Es verdad que después del Miércoles de Ceniza todo volvió a lo que era antes y el Império Serrano, a pesar de ganar el galardón “Estandarte de Ouro”, no fue promovido al Grupo Especial. Pero esto es tema para un reportaje a ser escrito por la vieja Bianca pesimista de siempre. Leer más...