Por
Celina
Doin
Durante los primeros años de mi vida
pasé casi todos los festivos y vacaciones con mi familia en la Isla de Paquetá, en una casita
alquilada diminuta, donde por milagro cabíamos todos apiñados, verdadero corazón
de madre.
Para mí,
fueron años muy felices, de libertad y juegos en las calles
peatonales.
Después de mi sexto cumpleaños la familia decidió cambiar el destino de vacaciones y no volví más a Paquetá hasta que, el año pasado, fui con mi marido y mis amigos para fotografiar la isla.
Es esta experiencia emotiva, de volver a Paquetá después de casi cuarenta años, que quiero compartir con vosotros.
Espero que lo desfrutéis.
En la barca de los recuerdos
De mi infancia de ensueño,
Ingreso atenta a todos los tesoros
Guardados en la máquina del tiempo.
Como si el reloj volviera hacia atrás
Al ritmo de las olas del mar,
La mirada curiosa de la niña
Me emociono al percibir, casi por acaso,
Que en la escalera de la nave, que tanto me costaba
vencer,
No se detienen las largas piernas
Que ahora me llevan por este camino.
La música monótona del motor, que toca sin parar,
No ofusca los cánticos felices de las vacaciones en
familia,
Que de un escondite de la memoria remota
Mis oídos insisten en rescatar.
Siento, como si fuera hoy, en mis manos curiosas
Mi tapiz de lana colorida y suave,
Que bordaba orgullosamente durante todos los viajes
Siguiendo el ejemplo de mis hermanas mayores.
Solo después de mucho tiempo
Supe que mi madre, que no tenía cómo darme una tela nueva
en cada viaje,
Por las noches deshacía mis infantiles puntos
Para que nunca tuviera que parar de jugar.
Después de décadas sin reposar los pies en esta tierra
firme,
Creyendo que no tomaba más parte en mi vida,
Percibo la barca atracando y me veo mirando mi isla
querida,
Como si nunca la hubiera dejado de visitar.
Mientras todos desembarcan rápidamente y siguen sus
caminos sin vacilar,
Me quedo un rato apreciando el olor a tierra mojada y
caballo,
Que despierta muchas emociones de mi niñez
Que jamás pensé que pudiera de nuevo recordar.
El árbol gigante en medio de la calle y los flamboyants coloridos y perfumados,
Las estatuas de peces de la plaza, los coches de caballos
y las bicis juguetonas,
La pequeña casita alquilada testimonio de tanta aventura
y la plantación de lombriz de tierra,
Los días divertidos sin reloj ni preocupaciones y la vida
llena de vida de aquellos años inocentes,
Todo me lleva para este momento que no existe más, de
donde nunca querría haber salido.
Precioso. El poema y los recuerdos que atesoras. Eso no te lo podrá quitar nunca nadie.
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